El cambio intenso que vive el sector inmobiliario, toda la sociedad en realidad, tiene mucho que ver con el intenso desarrollo digital que vivimos. Así es como nos hemos acostumbrado a escuchar términos como big data y a considerar que este negocio no puede vivir sin acumular, procesar y sacar provecho de toneladas -sería más preciso hablar de terabytes- de información. Lo cual sólo es cierto en parte.
El pasado mes de noviembre Fotocasa organizó una mesa de debate sobre las posibilidades que ofrece el big data para evitar otra burbuja inmobiliaria. Los participantes allí reunidos ofrecieron un coro de voces desde distintos ámbitos del sector: agencias, analistas de datos, tasadores y expertos académicos.
Resulta relevante que pese a sus distintos campos de trabajo, casi todos ellos compartieron un mensaje común: recabar datos y hacerlos trabajar para darnos las respuestas que necesitamos es imprescindible en el sector.
Sólo una voz, la del académico Gonzalo Bernardos pareció discrepar. Y no porque despreciase el big data, sino porque planteó que esta realidad se aleja mucho del día a día de las pequeñas agencias inmobiliarias.
Y aunque muchas empresas del sector trabajamos intensamente el inmenso campo de los datos, Bernardos tiene razón en este punto. En este mismo blog hemos hablado en otras ocasiones de la importancia para las pequeñas agencias de conocer a sus clientes. Esos detalles que surgen en una conversación informal y que nos permiten saber qué quiere y qué busca una persona cuando cruza la puerta de la agencia: si tiene pareja, o hijos, o mascota; si se mueve en coche o en bicicleta; si sus padres viven en la misma ciudad o en otra…
De todo eso dependerá que necesite o no una plaza de garaje, una habitación de invitados o que valore más tener un jardín en el que el perro corra hasta agotarse. Pueden parecer detalles nimios, pero este small data puede resultar más valioso para una pequeña agencia que las gráficas actualizadas cada hora del precio por metro cuadrado en el barrio.
Conocer a fondo a los clientes es lo que permite ofrecer un servicio personalizado y encontrar el inmueble que se ajuste a la perfección a sus necesidades. Los sastres toman muchas medidas para que el traje no tire de sisa ni los pantalones queden por los tobillos. Las medidas que tiene que tomar un agente inmobiliario son esas preguntas personales que le permitan saber más de su cliente.
Y así es como llegamos a ese concepto que nos gusta mucho más: smart data. Cada vez se oye más hablar de este enfoque inteligente y se leen artículos de todo tipo sobre el tema. La clave está en poner el foco en la eficacia: qué se quiere obtener, qué datos (muchos o pocos) se necesitan para lograrlo y qué preguntas hay que hacerles a esos datos. Y eso no difiere mucho del trabajo a medida que decíamos antes.