Hay vida más allá de los pisos de tres dormitorios. Y no estamos hablando de chalets con siete cuartos de baño ni de los cada vez más frecuentes trasteros con retrete que no merecen la consideración de vivienda. El derecho a la vivienda hay que entenderlo como una posibilidad de que en cada periodo de su vida cada ciudadano pueda tener una casa acorde con sus necesidades. Y visto así, los alquileres dotacionales tienen mucho que aportar.
Hace ya más de una década que la entonces ministra de vivienda, Beatriz Corredor, anunció un plan de construcción de viviendas dotacionales para jóvenes y mayores. Era el verano de 2008 y la crisis se llevó por delante aquellos planes ambiciosos: nunca hubo recursos ni oportunidad de llevarlos a cabo.
Acabamos de estrenar 2020 y, después de varios años de inestabilidad política, un nuevo gobierno acaba de asumir el cargo con la intención de agotar la legislatura y llevar a cabo reformas importantes. Como pusieron de manifiesto todos los partidos políticos durante la campaña y constatan permanentemente los estudios y los índices de precio de Fotocasa, una de esas cuestiones que requieren atención inmediata es el mercado de alquiler. Tal vez haya llegado el momento de recuperar la iniciativa pública del arrendamiento dotacional.
Una solución temporal, pero una solución
Empecemos por definir el concepto. Estamos hablando de la iniciativa de las administraciones, generalmente en colaboración con entidades privadas, de construir o rehabilitar inmuebles en suelo público (o de dominio público) para que, posteriormente, se puedan utilizar como alternativa residencial temporal. Estas soluciones residenciales se destinarían a colectivos concretos: jóvenes, personas mayores o familias y personas desfavorecidas o con necesidades especiales.
Por tanto, se diferencian de las viviendas sociales en que su uso tiene una duración limitada. Pero no hay que ver en ello un inconveniente, porque lo esencial es que responden a las necesidades de los beneficiarios para ese periodo de tiempo concreto.
De esta manera se pueden plantear opciones que se adapten mejor a lo que demanda el mercado. Por ejemplo, personas de mayor edad que puedan optar a una de estas viviendas y, así, alojarse en un espacio adaptado y pensado específicamente para su bienestar.
Por otro lado, esta es otra manera de facilitar el acceso a la vivienda a los jóvenes. Aquellos que están todavía estudiando y buscan una habitación en un piso compartido que sea asequible, o aquellos que ya trabajan pero que no pueden hacer frente al coste de un alquiler. Si la iniciativa privada ya está apostando por el coliving, con espacios a medio camino entre las residencias de estudiantes y los pisos compartidos, la iniciativa pública también puede hacerlo.
Alquiler dotacional, una solución de largo alcance
Pero estas personas no serían las únicas beneficiarias de medidas de este tipo. La creación de un parque potente de viviendas dotacionales también afectaría al conjunto del mercado de alquiler, que está sufriendo fuertes tensiones por los desequilibrios entre la oferta y la demanda que se están plasmando en fuertes subidas de precios en el arrendamiento en las grandes ciudades. Si parte de la demanda se desvía hacia este nuevo mercado, eso ayudaría a un ajuste progresivo y no traumático de los precios.
Otra de las ventajas a largo plazo es la posibilidad de que los colectivos más jóvenes puedan aprovecharse durante un tiempo de una vivienda a precio asequible desde la que iniciar su trayectoria profesional y afrontar su proyecto vital sabiendo que tienen la flexibilidad suficiente para trasladarse si por motivos de estudios o trabajo fuese necesario. Y si, acabado este periodo, estos jóvenes deciden dar el paso a la vivienda en propiedad, podrían disponer de algunos ahorros para hacerlo.
Por último, el alquiler dotacional puede incluso ayudar a dos de los grandes retos a los que se enfrenta la sociedad española. Por un lado, la rehabilitación de estos espacios ha de hacerse con la sostenibilidad como pilar fundamentales: ayudarían a alcanzar los objetivos de reducción de emisiones que hay que cumplir y supondrían un aprendizaje para las empresas constructoras que resultaría muy útil para su puesta en práctica también en promociones privadas. Por otro, los alquileres dotaciones pueden ofrecer una alternativa atractiva a la hora de fijar población en los cada vez más deshabitados entornos rurales: si no en los pequeños pueblos, sí en las cabeceras de comarca.
Por todo ello, este es un camino que conviene explorar y en el que las administraciones públicas tienen que implicarse. Por el momento, sólo en el País Vasco se han dado pasos en este sentido. El alquiler dotacional cuenta con atractivos suficientes para que se apueste firmemente por él para que se convierta en una posibilidad más que complemente las que ya existen en el mercado.