La demografía española viene mostrando síntomas de debilidad desde hace años. Y la emancipación es uno de los hitos vitales más importantes para revertir esta dinámica. Los últimos datos recabados por Fotocasa a través de sus estudios señalan que la edad media de quienes están buscando casa para independizarse ha vuelto a aumentar en 2019 hasta situarse en los 32 años, uno más que en 2018.
Los orígenes de este problema son perfectamente conocidos. Por un lado, un alto nivel de precariedad laboral, que se concreta en inseguridad respecto al puesto de trabajo y en bajos salarios. Por otro, los altos precios del mercado de vivienda, en particular del alquiler.
Esta última cuestión, la del arrendamiento, es clave para entender lo que está pasando con los jóvenes que quieren abandonar el hogar familiar. El porcentaje de los que han alquilado vivienda para emanciparse ha bajado del 35% de 2018 al 30% en 2019; el de quienes han alquilado habitación en piso compartido se ha reducido del 17% al 11 %. Y mayoritariamente los que han buscado para alquilar sin haberlo conseguido lo atribuyen al precio.
Por eso estas personas han aumentado su interés por la vivienda en propiedad. De hecho, un 53% de los que buscan una casa en alquiler para independizarse lo hacen porque su situación económica les impide comprar. Así es como el círculo vicioso de la emancipación continúa girando y retrasando la salida de casa: como los alquileres están caros aspiran a la compra; y como no tienen dinero para comprar la decisión se sigue aplazando para más adelante.
Apuesta de futuro por el alquiler
Podría incluso resultar razonable la pretensión de adquirir una vivienda pasados los 30 años, pero no lo es en absoluto que esa sea la primera experiencia residencial de los españoles al abandonar con esa edad la casa de sus padres. Por eso resulta imprescindible, como ya he repetido en otras ocasiones, que se haga una apuesta por facilitar el acceso al alquiler de los jóvenes.
Se necesita un parque de vivienda público que por el momento no existe. E incentivar, mediante ventajas fiscales y garantías de cobro y sobre el estado de la vivienda, que los propietarios puedan ofrecerlas en alquiler a los más jóvenes.
El alquiler ha de ser una de las respuestas (la otra está en el mercado laboral) para que estas personas puedan poner en marcha su proyecto vital. Por una cuestión económica (las pensiones dependen de la natalidad y sin casa propia es mucho más difícil tener hijos), pero, sobre todo, porque ya es hora de empezar a ofrecer esperanza a una generación que ha crecido bajo la oscura sombra de la crisis de 2008 y que todavía no ha experimentado en su propia vida la recuperación en la que se supone que estamos inmersos.