Ramon Riera es desde hace un año Presidente Internacional de FIABCI, la federación inmobiliaria más importante del mundo con presencia en más de 80 países y más de un millón de afiliados. Es, sin duda, uno de los máximos conocedores de la situación inmobiliaria internacional y, por eso, le hemos pedido que nos cuente qué podemos esperar tras las tensiones comerciales derivadas de la política arancelaria de la administración Trump. ¿Cómo nos puede afectar la incertidumbre económica generalizada o el aumento de precio de algunos materiales imprescindibles para la construcción? ¿Qué consecuencias prevé a escala global y cuáles se notarán más en el mercado español?

Nos lo explica con todo detalle en esta entrevista.

La guerra comercial que se deriva de la subida de aranceles iniciada por Trump, ¿qué efectos puede tener en el mercado inmobiliario internacional?

Las tensiones comerciales, como las originadas por la política arancelaria de la administración Trump, tienen un impacto directo y multifacético en el mercado inmobiliario internacional. Aunque a primera vista pueda parecer un asunto alejado del sector, lo cierto es que cualquier alteración significativa en el comercio global genera efectos en cascada que acaban repercutiendo también en el inmobiliario.

En primer lugar, una guerra comercial prolongada genera incertidumbre económica. Los inversores —especialmente los institucionales— tienden a ser más cautelosos en contextos de inestabilidad. Esta menor confianza puede traducirse en una ralentización de las inversiones internacionales, especialmente en activos inmobiliarios de alto valor o en mercados emergentes, donde el riesgo percibido se eleva. El dinero es muy cobarde, solo busca seguridad.

Además, el encarecimiento de materiales de construcción, debido al aumento de aranceles o restricciones a las importaciones, puede afectar directamente a los costes de desarrollo de nuevos proyectos, así como la falta de profesionales especializados que cada vez es más evidente. Esto impacta tanto en los márgenes de los promotores como en los precios finales de venta o alquiler, frenando en algunos casos la viabilidad de determinadas promociones.

También hay que tener en cuenta el posible efecto en la movilidad de personas y capitales. Cuando se introducen barreras comerciales, es habitual que se adopten medidas complementarias que afectan a la inversión extranjera directa o a la movilidad laboral. Esto puede reducir la demanda de vivienda en ciertas ciudades con fuerte componente internacional, como Londres, Nueva York, Dubái o Barcelona.

Por otra parte, y como consecuencia indirecta, algunos mercados considerados “refugio” pueden beneficiarse temporalmente, al atraer capitales que buscan estabilidad en medio de la volatilidad. Es el caso de ciudades como Lisboa, Viena o determinadas capitales del norte de Europa, que han visto incrementado el interés inversor en periodos de tensión geopolítica o comercial.

En definitiva, la guerra comercial no afecta únicamente al intercambio de bienes y servicios, sino que altera todo el contexto económico internacional. Y en ese contexto, el sector inmobiliario, por su dimensión estratégica y por la inversión que moviliza, se ve inevitablemente influido.

mercado inmobiliario internacional

¿Y cómo puede afectar esta situación internacional al mercado inmobiliario en España? 

España, como economía abierta y fuertemente integrada en el comercio internacional, no es ajena a los efectos de una guerra comercial prolongada, como la iniciada por la administración Trump. Aunque el conflicto parezca lejano, sus consecuencias pueden sentirse en varios frentes del mercado inmobiliario español, tanto directa como indirectamente. Uno de los impactos más inmediatos lo vemos en el encarecimiento de los materiales de construcción. Muchos productos utilizados en el sector —como cemento, acero, aluminio, madera o componentes electrónicos— proceden del extranjero o están sujetos a cadenas de suministro internacionales. Un aumento de aranceles o una disrupción comercial eleva los costes de importación, y eso encarece el desarrollo de nuevas promociones. Este incremento de costes, en un contexto de inflación persistente, termina trasladándose al precio final de la vivienda.

En paralelo, el clima de incertidumbre internacional puede afectar a la economía nacional. Si el crecimiento global se ralentiza por conflictos comerciales, eso impacta en nuestras exportaciones, en el turismo —clave para muchas regiones españolas— y en la inversión directa extranjera. Todo ello repercute en el mercado laboral y en la renta disponible, reduciendo la capacidad de compra de muchas familias, especialmente entre los jóvenes. Esto puede frenar la demanda de vivienda, tanto en propiedad como en alquiler.

Por otro lado, una política comercial agresiva a escala global puede generar movimientos en los tipos de interés. Si los bancos centrales responden con subidas para contener la inflación derivada de los aranceles, el encarecimiento de las hipotecas puede desalentar nuevas adquisiciones, especialmente entre compradores nacionales.

En cuanto a los compradores internacionales —que representan un porcentaje importante en zonas como la Costa del Sol, Baleares, Comunidad Valenciana o las grandes ciudades—, una guerra comercial puede generar dos efectos opuestos: por un lado, cierta prudencia en la inversión; pero por otro, una búsqueda de mercados seguros, como es el caso de España, que históricamente ha sido vista como un destino estable, atractivo y con buena relación calidad- precio.

Por último, si las tensiones comerciales se traducen en una reconfiguración de las cadenas de valor globales, España podría incluso beneficiarse parcialmente si empresas extranjeras buscan relocalizar su producción o sedes en territorio europeo. Eso podría dinamizar la demanda de activos logísticos, industriales y de oficinas.

Los efectos son múltiples y complejos: el precio de los materiales, el acceso a financiación, la evolución del empleo y la confianza del consumidor son factores clave que podrían verse alterados. El mercado inmobiliario español, aunque resiliente, debe estar atento y adaptarse con agilidad a estos cambios del entorno global.