Octubre es un mes curioso: las calabazas invaden los escaparates, los niños preparan disfraces terroríficos y, en el sector inmobiliario, los agentes nos enfrentamos a nuestros propios fantasmas. Porque, seamos sinceros, hay más sustos que en una casa encantada.

Hoy no vengo con historias de miedo… bueno, solo un poco. Mi objetivo es compartir técnicas reales para perderle el respeto a 5 miedos habituales, al “monstruo interno”, y a vender más sin morir de susto en el intento.

1. El miedo al rechazo

¿Quién no ha sentido ese escalofrío al hacer una llamada en frío o al presentarse en una captación? Esa sensación de “¿y si me dicen que no?”, “¿y si ya tienen agencia?” o peor aún, “¿y si ni siquiera me escuchan?”.

Este miedo es tan común como las películas de zombies en Halloween. La clave está en entender que el rechazo no es personal. Un “no” no significa fracaso; es simplemente información: “no ahora”, “no contigo” o “no de esa manera”.

Truco profesional: lleva un registro de los rechazos. Con el tiempo verás que por cada cierto número de negativas, siempre llega un “sí”. Si sabes que estadísticamente uno de cada diez contactos se convierte en cliente, cada “no” te acerca más al siguiente “trato”. Esto transforma el miedo en motivación.

2. El miedo a los precios imposibles

Otro miedo clásico aparece al negociar con propietarios que insisten en precios fuera de mercado: “Mi casa vale 400.000 porque la reformé hace 10 años y tiene vistas al parque”, cuando el mercado dice 320.000 como máximo.

El error es pensar que discutir el precio es enfrentarse al cliente. No lo es. Educar no es discutir.

Técnica profesional: cambia tu rol de “vendedor” a “asesor”. En lugar de decir “creo que es muy caro”, prueba con: “déjame enseñarte lo que está pasando en tu zona”. Muestra datos, comparativas y ejemplos de ventas que no se concretaron por sobreprecio. Los números se convierten en tu mejor aliado.

Y si el propietario insiste… déjalo. No todos los tratos merecen tu tiempo. A veces el verdadero “trato” consiste en saber decir que no y enfocar tu energía en clientes realistas.

3. El miedo a la captación

Salir al vecindario y tocar puertas puede sentirse como entrar en una mansión encantada: “¿Y si me echan?”.

El truco está en cambiar la aproximación: en lugar de pedir, ofrece ayuda. Por ejemplo:
“He ayudado a varios vecinos de su zona a vender mejor y más rápido, ¿le gustaría saber cómo?”

Si te aterroriza la llamada fría, comienza por lo templado: redes sociales, WhatsApp, email marketing o contactos indirectos. No todos los monstruos se vencen de frente; algunos se derrotan con estrategia.

4. El miedo a las redes sociales

Sí, ese miedo silencioso: publicar. Muchos agentes temen más subir un vídeo a Instagram que enseñar un piso con goteras.

La buena noticia: el 99% de tu audiencia no busca perfección, sino utilidad y autenticidad.

Trucos sencillos:
  • Comparte anécdotas del día a día.
  • Muestra cómo preparas una vivienda antes de una visita.
  • Cuenta historias de éxito reales.

Para avanzar un paso más, grábate en modo selfie. Luego pregúntate: “¿Hablo como un profesional que transmite confianza?” Si la respuesta es sí, ¡el resto lo hace el algoritmo y tu constancia!

5. El miedo a negociar

La negociación puede sentirse como entrar a un castillo oscuro: puedes salir con el tesoro (la venta) o caer en la trampa (un cliente perdido).

Claves para negociar sin miedo:
  • Prepara tus argumentos antes de la reunión.
  • Define tu rango de negociación.
    Ensaya frases neutrales, por ejemplo:
    • “Entiendo tu postura, pero el mercado nos marca este rango”.
    • “Mi objetivo es que ambos ganemos. Si ajustamos un poco el precio, aumentamos el interés y reducimos el tiempo de venta”.

Recuerda: negociar no es pelear, es buscar equilibrio.

Conclusión: convierte tus miedos en oportunidades

El sector inmobiliario no tiene que ser un pasaje del terror, aunque a veces lo parezca. Es un negocio de personas, emociones y confianza.

Este Halloween, cuando veas calabazas, brujas y telarañas, recuerda tus propios fantasmas: míralos a la cara y pregúntate: ¿Truco o trato?

El verdadero truco: seguir aprendiendo.
El mejor trato: no dejar que el miedo te frene.